Seguro que habrás escuchado millones de veces ese típico
“puestos a elegir”. ¿Siempre tenemos en nuestra mano la opción de elegir?
¿Acaso siempre hay varias opciones por las que tomar partido? Dudamos… en
algunas ocasiones apostamos por algo que luego no surte efecto. Fallamos…
caemos… nos reprochamos una y otra vez nuestra decisión… nuestra elección… y al
final de uno u otro modo… nos levantamos.
Ponerse en pie. Qué
bien suena. Qué difícil. Qué prolongado puede hacerse-
Tomamos decisiones. Lo hacemos continuamente. Estas decisiones conllevan daños. A veces en
los demás… otras tantas en nosotros mismos. Es todo un entramado.
Hay decisiones como el Amor. Decidí no dejar arrastrarme de
nuevo. Pero a veces el destino se impone a ti. Y tu voluntad no surte efecto.
Es un juego de poderes en el que no tienes ventaja. En el Amor… no sólo hay
decisiones. De vez en cuando… hay que mover ficha. Y ahora que no es tu turno…
el “puestos a elegir”… queda tan vacío… tan lejano… Y en este punto de la partida: sólo puedes
dejarlo en tablas o abandonar el tablero y todas las decisiones que tomaste
hasta aquí.